
¡Hola!
Aquí quiero hablarte de las cosas que no encontraras en mi curriculum. Esto no comienza en un aula universitaria o en un consultorio, sino en las calles de un barrio humilde donde el destino parecía tallado en piedra.
Imagina un mundo donde las expectativas son cadenas, donde cada palabra parece pesar una tonelada. Ahí es donde nací. Mis padres, carentes de herramientas emocionales y con sus lentes empañadas por la vida, me mostraron un panorama lleno de restricciones. «Todo está inventado», «no llegarás lejos», «trabaja en lugar de estudiar», fueron las melodías que acompañaron mi infancia. Sin embargo, desde una edad temprana, decidí desafiar el guion que pretendía escribir mi destino. Me negué a ser una víctima de las circunstancias, optando por escribir mi propia historia.
No te mentiré, fue un camino muy difícil y en ocasiones solitario, triste y oscuro. Sin embargo, tuve la suerte de abrirme al mundo, de conocer otras formas de vida y de relaciones. Aprendí a enriquecerme de las personas más sabias que me rodeaban.
A los 19 años comencé psicoanálisis. La terapia fue un hito en mi vida; allí, las inquietudes de mi infancia empezaron a tomar forma. Encontré un espacio donde me escuchaban, me contenían y me ayudaban a romper con esos patrones heredados. Así fue como surgió el deseo de estudiar psicología, mi verdadera vocación.
Sin embargo, pasaron algunos años antes de que iniciara mis estudios en psicología. Comencé otras carreras «más seguras», y durante ese tiempo, el miedo y el sentimiento de incapacidad me acompañaron constantemente. Intermitentemente, realizaba terapia de diván (psicoanálisis), que me ayudó a comprender mi historia, pero no a silenciar mis demonios.
Finalmente, un día di ese paso y comencé a estudiar psicología. Allí conocí otras terapias y empecé a realizar terapia cognitivo-conductual, marcando el principio del fin de esa vida dominada por el miedo. La TCC me brindó herramientas para silenciar mis inseguridades y alcanzar mis objetivos, aunque el miedo y la ansiedad aún persistían en el fondo.
En mis treinta y tantos años, ya había alcanzado muchas de las metas que me había propuesto. Me gradué, establecí mi propia consulta y obtuve estudios de posgrado, algo que parecía impensable para la niña a la que le decían que no llegaría lejos. A nivel personal, construí una familia basada en el amor y la contención. Sin embargo, las heridas de mi infancia permanecían abiertas. Siempre que tenía que enfrentar algo nuevo o una situación difícil, esa nena volvía a hablar y a sufrir.
Un día, una colega me recomendó la terapia EMDR, algo que desconocía por completo. Fue entonces cuando mi percepción de la vida cambió por completo. Sané mis heridas del pasado y comenzaron a suceder cosas aún más maravillosas. Dejé de anticipar lo peor y vivir con miedo. Estos cambios se reflejaron en mi día a día, y comencé a experimentar más éxito en todos los aspectos de mi vida.
¿Por qué te cuente esto? Porque quiero que sepas que cuando me siento frente a ti en consulta, no solo traigo conocimientos teóricos, sino también una profunda comprensión de lo que significa luchar en la oscuridad para encontrar el camino hacia la luz.
Si hay algo en tu vida que quieres cambiar y sientes que puedo ayudarte, el momento es ahora. Agenda tu entrevista.
PD:
Si entraste buscando mi recorrido profesional, te invito a que lo leas de aquí.
Saludos cordiales, Zunilda.